EL SABOR DEL AIRE


No es lo que tu vista alcance a ver, o aquello que tus oídos adviertan a escuchar. Es todo eso, y mucho más. Arenas de Cabrales te envuelve en un cálido abrazo de bienvenida de mil tonos de verde. El tiempo se detiene, sobre tu cabeza el cielo te observa, imponente, y bajo tus pasos, un sendero de vetustas piedras marcan el inicio de una ruta junto al río Casaño. El camino se tuerce y gira sobre su propia marcha, para empequeñecer tu semblante frente al vasto océano que ruge y rompe en el acantilado y la playa de Torimbia. Allí, el océano, el Cantábrico Asturiano, en una sonata litúrgica y amarga, y también sensual, te atrae hacia su vientre de sal y espuma.
Al caer la noche, el negro más intenso falla en su intento de devorar el paisaje frente los verdosos destellos de las apacibles farolas. Tras la nutrida cena de crujiente marisco y bañada de turbia sidra, la hospitalidad se convierte en frenesí, y la villa te invita a pasar una agradable velada en La Palma. Un jardín en todas direcciones, una peculiar clientela, y una cuidada decoración étnica son los ingredientes de los sabrosos “caipiroskas” que Nano sirve con maestría, y que sublime y suavemente te llevan a un entorno onírico en el que compartir reflexiones acerca de la existencia.